Covid Test
Hacía frío, aunque luego volvió el calor. El día anterior habíamos estado dando vueltas por Barbate, intentando enterarnos cómo hacernos un test de antígenos, sin saber bien qué pasos seguir.
Las informaciones que nos iban llegando esa mañana eran levemente contradictorias. En este territorio ambiguo nos movemos. Muchas desde entonces. Más en las escuelas. Pruebas ambiguamente solicitadas, con resultados poco duraderos e instantáneos que parecen indicar que sí. O que no.
En la mañana fría llegamos a un lugar cualquiera, en una ciudad mediana. Estábamos en el extraradio. Los colores, la luz y por supuesto el frío recordaban al este de Europa. El verde de la puerta del laboratorio sobre el metal, la luz lúgubre en los balcones, las batas blancas, el escritorio casi de Ikea, la habitación pequeña, la amabilidad…
Tras dos días de pesquisas, conseguimos hacernos un test. Nos habían dicho por teléfono en una clínica privada que si teníamos un amigo médico que nos hiciese un “papelito” sería mejor, porque si no, nos cobrarían también la consulta del médico para que “recetara la prueba”.
En esos días, también por el frío y por el recuerdo del este de Europa, pareció abrirse un extraño déjà vu. Una especie de caos desvelado, un caos que quizás siempre estuvo ahí, saltó y se manifestó tímidamente, como una lentejuela en un vestido serio, como una pequeña mancha en un delantal impecable. Si lo piensas un poco lo llena todo.
Brillantes y sucias, seguimos habitando una realidad ambigua.