Esta es una crónica que llega casi con un año de retraso. Una crónica cruzada por la pandemia. No solo por la del Covid, sino también por las supuestas pandemias del cerdo. Éstas hicieron que la tradición de la matanza se convirtiese en algo casi ilegal, reservado para los cotos de caza. La soberanía alimentaria de los aldeanos y aldeanas quedó así diezmada. La crianza doméstica, la elaboración de platos y embutidos, el reparto de carne criada en la zona… todo queda para el relato de una historia del pasado. 

En este balance entre salud y economía, que hacemos ahora en el momento en el que nos cruza una pandemia humana, habría que situarse también en lo local y comprender cómo en lo local hay un mayor respeto a la biodiversidad que en lo global. 

Quizás un chorizo del mercadona envuelto en plástico supone un mayor riesgo para la economía y la salud globales, que lo que supone una morcilla hecha en casa para la salud de los que la consumen.

La salud doméstica también debería encontrar su equilibrio en la economía doméstica. Aunque ello nos lleve a una negociación sin tregua.


Foto: Pol Parrhesia